El
diálogo ocurrió en Adrogué. Mí sobrino Miguel, que tendría cinco o seis años,
estaba sentado en el suelo, jugando con la gata. Como todas las mañanas, le
pregunté: —¿Qué soñaste anoche?
Me contestó:
—Soñé que me había perdido en un bosque y que al fin encontré una casita de
madera. Se
abrió la puerta y saliste vos.— Con súbita curiosidad me preguntó: —Decime,
¿qué estabas haciendo en esa casita?
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